jueves, 30 de junio de 2016

Inentendible

Casi siempre estoy haciendo algo. O tengo algo pendiente que hacer y no lo hago, pero SÉ que está ahí. Esperando. Paciente.
Hace más o menos una hora terminé el último plano que le debía a alguien. Se lo mandé por mail a la clienta, le dije cuánto era, bla bla. Listo. No tengo más planos por el día de hoy.
¿Para la facultad? Entregué uno de los prácticos obligatorios el lunes. El otro no puedo hacerlo porque la profesora no corrige nada ni responde dudas, y no sé cómo se hace.
Las 3 de la tarde. Todo en silencio.
¿Y ahora qué hago?

Cuando me ataca un tiempo libre así repentino, me agarra tan de sorpresa que no sé para qué lado encarar. ¿Me siento a leer? ¿Termino de limpiar mi casa así me lo saco de encima? ¿Aprovecho para mirar una serie? ¿Me voy a dormir la siesta como una campeona?

Me bloqueo. Me quedo en blanco. No sé qué hacer. Obvio, cuando estoy ocupada me quejo de estar cansada. ¿Y cuando soy libre? Me descoloca. La libertad me tomó por sorpresa.

Tras quedarme en blanco por más de media hora haciendo la nada misma, me parece que arrancaré por la limpieza.

Esto del tiempo libre, evidentemente, no es para mí.

jueves, 23 de junio de 2016

Pasadita express por Bariloche


¡Hola a todos! Acá Vendetta, el perro copado, para contarles que estuve de paseo por la ciudad de Bariloche. Sí, ya sé, ya fui un montón de veces, ¡pero qué demonios! ¡Me encanta el sur!

En esta ocasión aprovechamos que la Zoqueta tiene una amiga de la facultad que vive allá (boluda le dicen), y nos mandamos unos 5 días a descansar un poco de la locura de la ciudad. Esta pobre piba se me estaba por morir de un pico de estrés, así que vino bien el corte y reencontrarse con el olorcito a bosque. También viajamos con otra amiga suya que vive en la provincia de Santa Fé, así que me la pasé rodeado de minas. Un capo. Ganador.


Esta es una vista desde la casa de Andrea. Pobre piba, la verdad, estar todo el día en tu living y ver ESO por la ventana. Qué desgracia.

Para aprovechar bien nuestra corta estadía decidimos hacer una cosa por día, como para no quedarnos mirando Netflix y tomando mate en su casa. Así que al segundo día de llegar nos clavamos flor de caminata a Colonia Suiza. Por culpa de unas malas decisiones, nos terminamos perdiendo y caminamos como 15 km todo culpa de Andrea, no sé bien por qué, pero igual estuvo buenísimo.


Acá posando con el cartelito de la Colonia. A la vuelta volví un toque mareado porque la mochila se sacudía mucho, me parece que la Zoqueta se zarpó con el chupi.

Visita obligada al otro día: el Cerro Campanario. Tiene una de las mejores vistas de Bariloche, así que es imperdible. Lo loco es que no había nada de viento, cosa rara, jamás me había pasado. Este día decidieron bajar la montaña a pata y por culpa de eso, la Zoqueta estuvo como 5 días con las piernas a la miseria. Menos mal que soy tamaño bolsillo y pude bajar adentro de la mochila. ¡Ni en pedo bajaba eso a pata! ¡Estas pibas están locas!


Mirame esta vista, Roberto.

Lo siguiente fue reencontrarnos con el Parque Municipal Llao Llao. Un bosque gigante, donde volvimos a cargar nuestros pulmones de esos olores increíbles. Lástima que no pudimos robarnos ni una manzana de todos los manzanos que encontramos en nuestro camino, pero tampoco daba para treparse a la reja del Llao Llao. La gente rica se pone violenta.


Bien boluda, sacando foto con el dedo. Igual no importa, yo salí re besho.



Acá posando en el Lago Moreno. Sí, ya sé, soy hermoso.

El sábado el novio de Andrea se re copó y nos llevó de paseo con el auto. Lo bueno es que paramos en muchos lugares lindos a mirar (y a chorear rosa mosqueta). Fuimos a El Bolsón, Lago Puelo y otros puntos del camino. Tuvimos suerte con el clima, así que la pasamos muy bien. 


Acá dice algo de huemules, yo no vi ninguno, me cagaron. Quería clavarme un sanguche de huemul recién cortadito.


Oh, la vida, la felicidad, poesía, palabras tristes, melancolía. 


A ver, ¿qué onda esta cerveza?


Bien: media pinta para mí es demasiado.

Fueron unos días mucho muy geniales, con grata compañía, muchas charlas y demasiadas risas. Las amigas de la Zoqueta son re copadas. Mención especial para Andrea, que nos armó la pieza y nos invitó a la comidad de su hogar. ¡Lástima que tenía que volver a trabajar esta! Yo me hubiera quedado. Igual viajes no me van a faltar. Con lo hormiguita viajera que es ésta, en cualquier momento me estoy metiendo adentro de la valija otra vez.

¡Saludos y hasta la próxima vacación-aventura!

sábado, 11 de junio de 2016

Literario

Me está pasando algo extraño este año con los libros.
Por lo general disfruto mucho las lecturas de fantasía, uno de mis géneros favoritos. Pero este año no puedo tocar UN libro de fantasía pura. Me cuesta mucho, me aburren, no los puedo seguir. Siento que necesito historias más reales, más «de cerca», por llamarlo de alguna manera.
Empecé a leer un libro muy bueno que se llama Orcs, y no puedo seguirlo. La historia es buena, de verdad, pero no sé qué me pasa.
La cuestión es que vi este libro y me encantó, y lo leí en pocos días. Tardé un poco en escribir esta reseña porque estoy en uno de esos períodos de vagancia (mitad de año queridos, mitad de año).

Si le ven la tapa parecido a otro libro (que, de hecho, leí hace poco) es porque es el mismo escritor de El niño con el pijama de rayas. Supongo yo que mantiene un poco el estilo físico porque las historias surgen en momentos parecidos, aunque esta no es una historia de amistad tan fuerte como la otra.
En esta ocasión, el libro trata sobre la vida de Pierrot, un niño que tiene padre alemán y madre francesa, viviendo en París unos años antes de las ya tan conocidas guerras mundiales. Allí donde está todo lo que él conoce, sus padres y su gran amigo Anshel, un niño judío (aunque él todavía no maneja bien ese concepto cuando es pequeño).
La historia lo llevará a vivir en otra ciudad cuando no le queda otro remedio, en una gran casa de montaña donde, de vez en cuando, va a vacacionar Hitler.

Esta nueva vida lo lleva al pequeño y dulce niño a caer bajo la tentación de un Führer más que convincente. Lo lleva a crecer y transformar su personalidad, a dejar lo que era y aspirar a nuevas cosas. Pero si hay algo que Pierrot -luego llamado Pieter, por ser un nombre más alemán- desconoce, es que la historia no termina bien para este que el cree es su héroe supremo. Y donde caiga él, caerán los demás.

Un muy buen libro, nuevamente con un mensaje interesante, quizá no tan duro como el anterior (al menos a mí el otro libro me golpeó más). Buena lectura, sencillo, llevadero. Te atrapa desde el principio.